Los crímenes de Peckham. Sombras blancas. Extracto
Fue al salir de la consulta por la tarde, al terminar la jornada laboral a las seis, cuando Michelle compró The Evening Standard en un quiosco cercano, como hacían a diario muchos londinenses. Se quedó petrificada al leer en la portada:
ASESINATO EN PECKHAM
«Agentes de The Metropolitan Police hallaron anoche un cadáver escondido en una bolsa de basura… siguen las investigaciones para encontrar al culpable… cualquier persona con alguna información, por favor llame al número…».
Michelle no pudo dejar de leer la noticia durante todo el trayecto desde la consulta a su casa en taxi. Su coche estaba en el taller y el taxi era el único medio de transporte disponible. Estaba horrorizada. Al llegar a casa se encontró con que Robert ya estaba allí, tomando, como hacían todos los días a esa hora, el familiar gin-tonic después del trabajo. Estaba viendo las noticias de las siete de la tarde en la BBC.
—Ya te has enterado —dijo ella a modo de saludo.
—Parece que tu pesadilla llevaba un fondo de verdad —le contestó él al verla entrar—. Aún no han identificado a la víctima ni se sabe la causa de su muerte. Pero lo de la bolsa de basura apunta hacia un homicidio.
Se sentó junto a su marido, una vez que se hubo servido su propio gin-tonic, a seguir las noticias. Empezó a ponerse nerviosa al darse cuenta de que lo que había creído presenciar la noche anterior no era lo mismo que le había contado a él por la mañana.
Lo que vio fueron dos figuras hablando una noche de tormenta y una bolsa negra reclinada contra la pared. Lo que le contó a la mañana siguiente fue que había visto a dos hombres arrastrando una bolsa de basura tan grande y pesada que les costaba tanto esfuerzo moverla que se diría que contenía un cadáver. ¿De dónde venía esta discrepancia? ¿Qué era exactamente lo que había visto? Era como si una versión la hubiera soñado mientras dormía y la otra lo que realmente vio cuando se acercó a la ventana. «Pero… ¡Qué coincidencia! ¡Soñar con algo que está ocurriendo en ese momento no muy lejos de donde tú estás!», pensó. Había suficientes similitudes y diferencias entre las dos versiones como para preocuparse. Además, intuía que había algo más, algo que no alcanzaba a reconocer pero que revoloteaba por su mente sin dejarse atrapar.